Icono de la cultura popular del norte del país, Celso Piña, el llamado “Rebelde del acordeón”, cumple un cuarto de siglo de trayectoria artística sin la “estrellitis” de muchos que tras alcanzar un mediano éxito con el público se elevan al firmamento y se vuelven intocables para su público. De florido lenguaje, Celso es todo un [...]
Icono de la cultura popular del norte del país, Celso Piña, el llamado “Rebelde del acordeón”, cumple un cuarto de siglo de trayectoria artística sin la “estrellitis” de muchos que tras alcanzar un mediano éxito con el público se elevan al firmamento y se vuelven intocables para su público.
De florido lenguaje, Celso es todo un personaje que cautivó a los zacatecanos no sólo por su música sino por su sencillez y cercanía con “la raza”, a la que escucha, atiende y complace, lo mismo firmando autógrafos que posando para la foto del recuerdo.
Entrevistado en el hotel que lo hospedó para su participación en el XXII Festival Cultural Zacatecas, Celso es amable, ocurrente, dicharachero e irreverente.
Recordó que en realidad no cumple 25 años de trayectoria, pues inició antes, pero le gusta la idea del cuarto de siglo y con ese propósito ha preparado un disco especial en el que estará acompañado por artistas de diferentes géneros como Eugenia León, Aleks Syntek y Benny Ibarra, entre otros.
Se trata, explicó a los medios, de un capricho, un gusto que se ha querido dar con sus amigos, que por supuesto han escogido los temas a su gusto, a fin de que se sientan cómodos con su trabajo.
Ese trabajo, al que define fundamentalmente como cumbiambero, pues, aseguró, son sus raíces, aunque está de lleno en el vallenato, donde se ha convertido en un icono, aunque sea un género eminentemente colombiano.
“Yo comencé -recordó- escuchando a los sonideros, luego llegó a Monterrey gente como los Corraleros del Majagual y Alfredo Gutiérrez”, quien fue uno de sus primeros maestros “virtuales”.
A él le gustaba esa música, pero también escuchaba a The Beatles, lo cual lo ponía en constante conflicto, dado que una cosa no empataba por la otra.
Así pasó un tiempo y mientras compartía su tiempo entre ambas músicas, comenzaba a practicar en un viejo acordeoncito, en el que empezó a sacar notas y luego armonías que le fueron dando la pauta para decidirse por el instrumento.
Por fin se inclinó por la cumbia colombiana y en una fiesta, por casualidad, hace su debut gracias a que se fue la luz y él se convierte en el único que puede tocar.
Sobre la censura de que fue objeto una de sus canciones que hacían alusión al tema cubano, destacó que fue una situación con la empresa disquera pero que cuando se presenta en vivo no tiene problema alguno.
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